domingo, 31 de octubre de 2010

Out in L.A


Salí con $50, creyendo que iba a volver con dos CD's en mi poder. Pero no me importó en lo más absoluto haber vuelto sólo con uno, porque era especial. Uno más a la colección, que se aproxima poco a poco a completarse. Además, de un bonus track, que casualmente siempre es un póster. Ya no sé donde pegarlos, pero mi obseción por ellos es más grande que la lógica espacial. Ya encontraré lugar para él y para los 3 que tengo en espera (sumado a algunos recortes, soy una real aficionada).

Además, llevé de regalo una charla muy copada con mi amigo Fermín (el dueño del puesto, si fuiste alguna vez al Parque Rivadavia y te cabe la buena música, TENÉS que conocerlo), mientras escuchábamos el mágico y oscuro lado de la luna (me encanta cuando la gente de ese palo y esa generación te tira los nombres de los discos en castellano, muy de la vieja escuela). Al mismo tiempo, otro de los compradores, nos daba una clase de buen jazz. Lindo momento.

Después obviamente vi otras cosas que me podría haber comprado con esa guita. Pero lejos de arrepentirme, las anoté en mi lista y pretendo comprarlas en cuanto vuelva a aparecer plata en mi billetera. Por un tiempo había olvidado la satisfacción de ir a comprar CD's. No sólo es el hecho de conseguir el CD que quieras, y tenerlo en tu poder. Es hablar con gente piola que te tira postas de la vida, es colgarte horas mirando CD's, es encontrar ediciones rarísimas y querer comprarte todo. Me encantó volver a hacerlo, y espero no volver a colgar con éstas lindas cosas para uno mismo.

Todo ésto cambió mi día. Gran día el de ayer. Terminé un librazo (al que le voya dedicar otro post), casi finalizo un dibujo (ya lo verán), me tomé un Branca (lo compré yo, increíble) con los pibes y volví andando a las 2 de la matina en bici en mi mambo (sí, tan poco duró el Branca). Habrá que repetirlo.

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