lunes, 3 de junio de 2013

No te siento cerca; te siento dentro de mi.
No te hablo sobre mi historia, te comparto mi vida.
No te doy cariño, te ofrezco mi querer.
No te cuento como soy, me abro totalmente.

Quiero que me veas completa y desnuda. Sentir tu necesidad de poseerme. Tu tacto, tu respiración buscando invadirme toda. Una invasión pacífica, que te espera con las puertas abiertas. Y es que al verte ya no puedo negar que hallé la llave a mi interior. Encontré la forma de encontrarme. Sin embargo, no lo ves, te miento y me crees. ¿No percibís en mi mirada, en mi piel, mis falacias impunes? En cierto momento mi boca no abandonará mi rostro debido a mi cobardía. Pero ¿pero será la verdad siempre necesaria? Es como resolver un enigma... si te proveo la respuesta ya no tendrás qué descifrar.

Mi anhelo es conducirte a descifrarme. Ver en tus una pasión que dirija tal descubrimiento. Te siento tan cerca percibo tu emoción pero es tan escasa endeble, como aquella llama que por falta de gas agoniza en la cocina. Pareciera que no existe decisión sino experimentación. Vas, venís y yo invito a quedarte. Una puerta siempre abierta habrá... podés entrar y también salir. Sobretodo, podés quedarte. Incluso en silencio y pensando en otra cosa. Incluso pensando en nada. Solo sentirte cerca expulsa la soledad dentro de mí que tanto me aqueja. Pero es mi herido corazón el que exige seguridad, una demostración de total devoción. ¿Será posible que de vos provenga? ¿O deberé resignarme a que mi piel elija a otro, hoy que tan encariñada se encuentra con vos? Mi mayor temor es que ella termine tan resignada que se vaya de mí y no pueda volver vestirla.

jueves, 30 de mayo de 2013

¿?

¿Qué será aquello
que no me permite
disfrutar lo bello
que me transmite?

¿Cuál es el camino
que tanto anhelo?
En sueños lo vivo,
pero aquí no lo veo.

Tan difícil parece
que me comprendas.
Se qué acontece:
ya no estoy entera.

Seguiré intentando
descifrar mi vacío.
Incluso invitando
a llenarlo conmigo.

Invitación

¿Qué es aquello que bloquea
que dejes fluir tu sentir?
Se que está ahí aunque no lo vea
lo siento incluso al verte dormir.

Ese límite pre-establecido,
asentado tan fuerte entre los dos,
no permitirá te muestre el camino
que tanto quería compartir con vos.

También yo tengo miedo
de otra vez en esto fallar.
Confusiones incluso, no lo niego,
pero deseo ya echarme a andar.

Así lo percibo, "este es el momento".
Será quizás que no es el tuyo.
Yo necesito expresar mi pensamiento
y de vos, sólo percibo un murmullo.

No te juzgo, no te culpo.
¿Por qué lo querrías entregar?
Insistirte yo no busco
Sólo invitarte a amar.

erase my brain

Anhelo alejarme de esta situación
irme lejos para tal vez no volver.
Difícil considerar otra solución,
dejarte ir ya no debo temer.

Quien cierra capítulos, abre nuevos;
quien entiende el final, ve los comienzos.
Dejando ir el pasado el futuro veo,
camino hacia adelante: ya no te pienso.

Pero es tan difícil anular tu recuerdo
y  memorias que tanto significaron,
cuando mi voluntad no quiere hacerlo,
ya que ellas tanto me enseñaron.


miércoles, 22 de mayo de 2013

how?

How can I go forward
if you don't get out of my mind
How can I make a new start
if I can take you out of my heart

There are so many roads
that ask me to walk on them
but I stil have a big load
that I need to throw away

 New paths are beeing discovered
and I'm ready to face the challenge
I really want to start all over
and I hope I will be able to manage

All of us need a second chance
to make somebody smile
and to see you so happy
makes everything worth the try

Maybe I'll make mistakes again
maybe I'm not so ready
but I want to go ahead
maybe slow, but steady

martes, 14 de mayo de 2013

No sueltes mi mano aún


Tan paradójico es lo que nos ocurre,
difícilmente logremos explicarlo.
Algo de las manos se nos escurre:
queremos dejarlo, también atraparlo.

Dejarte ir sería lo más sano.
Lo se, yo ya no soy aceptada.
Pero también te cuesta soltarme la mano,
aunque sepas que no soy la indicada.

Verte feliz, a pesar del dolor,
intento me cause sólo felicidad.
No es fácil para mi egoísta corazón,
al que tanto le perturba la soledad.

Quisiera por siempre acompañarte,
quererte bien, sea como fuera.
Nunca más pretendo lastimarte:
sólo darte mi amor de cualquier manera.

Sentimientos que no podemos controlar
nos invaden enteros, nos envenan.
Hoy sólo anhelo poderte amar,
sin los resentimientos que nos manejan.

sábado, 13 de abril de 2013


Perpetuo dolor dentro de mi pecho;
océanos inestables de oscuros sentimientos.
Olvidada, abandonada, me hundo en mi lecho.
Atrapada en mis turbulentos pensamientos

Trago amargo, eterno es mi llanto;
gritos desesperados dentro de mi mente.
Largo es el castigo por amarte tanto,
el olvidarte transcurrirá lentamente.

¿Cómo lograré sacarte de mí
siendo tan bello sentirte cerca?
A alejarte aún no aprendí...
e intento acercarme como sea.

Mi sufrir solo puede ser aplacado
al ver tu sonrisa llena de alegría.
Sea quien fuere te la haya provocado:
quizás te de lo que yo no me permitía.

Por eso, amor mío, te pido
que no dejes nunca de sonreír
ya no me importa caer en el olvido
hoy sólo quiero verte feliz.

Let Your Spirit Soar


Tu alma siempre libre deberá ser.
Encarcelarla, querer conquistarla...
mi sentimiento es egoísta, lo puedes ver:
sólo yo quiero poder amarla.

Tarde entendí que te había perdido,
tanto tiempo fue el que estuve ciega...
Abrir los ojos, aceptarlo, he decidido.
Ideando no pensarte me siento una estratega.

Quitar tu imagen de mi mente, no pensarte,
pareciera ser que jamás lo lograré...
y es que a casa instante no paro de amarte.
Borrar ese sentimiento, no se si podré.

Sin rumbo me siento, un tanto perdida...
¿Cómo escaparme de esta sensación?
¡Tanto te llora mi alma dolida!
Sólo dejarte ir parece ser la solución.

domingo, 7 de abril de 2013


The easy road is never so exciting as the hard one.
And here we are, trying to sort it out.
No matter where, no matter when or how,
we just want to be together like the first time.

It's never easy to say goodbye
(at least when you have loved someone so much).
It's natural to deny that the time has come,
we never want to put an end to such good stuff.

Although I loved you as I never did,
I have hurt you deep inside.
You know I will never forgive myself
for all the cruel things I have done.

Love makes people act as they were mad,
as if one had never had a heart.
And I'm the better example of that:
I feel the emptiness of feelings deep inside.

Maybe nobody will understand what I'm trying to say.
Even you, my love, won't get a thing from that.
But I still want to try, to comunicate
that I love you more than anyone in my life.


Aprender tarde es mejor que no hacerlo...
Se pierde un poco y se gana talvez.
Atravesar el miedo, por fin vencerlo
para enamorarme por fin esta vez.

Dolerá cada nota, cada mirada,
cada sonrisa y cada canción
que a mi no me será dedicada:
alegrarme es mi unica opción.

Verte feliz me llenará el alma
y poco a poco menguará mi dolor,
al tiempo que se enciende una llama
(tal vez sea tarde) aquella del amor.

Amarte en secreto y un poco en silencio,
egoísta siempre será mi sentimiento,
te quiero para mí, te llevo bien dentro...
Insoportable la espera de nuestro momento.

B


Sonrisa infinita y radiante al sol,
su pelo suave le roza el rostro,
su cantar no tiene comparación,
como él no encontrarán otro.

Único es él en su especie,
la de los hombres que enamoran.
Sin quererlo, solo sucede,
y sin otra opción ellas lo adoran.

Despreocupado y de mirada profunda
deambula por las calles de su barrio
cantándoles a todas o quizás a ninguna
vistiendo siempre su camisa a cuadros

Posee una sensibilidad sin igual
y así percibe la belleza de la vida.
Tus sentimientos él logrará aflorar
(incluso aquello que no sabías que sentías).


How can I?


¿Cómo dejar de hacer algo que tanto tiempo esperé para hacer?
¿Cómo abandonar algo que siempre quise tener?
¿Cómo bajar los brazos ahora, una vez que entré en juego?
¿Cómo frenar un sentimiento cuando él me maneja a mí?
¿Cómo apagar la llama de semejante pasión?
¿Cómo podría rendirme ahora que se por qué estoy peleando?
¿Cómo no dar batalla cuando hay algo tan valioso en juego?
¿Cómo darme por vencida cuando recién entiendo por qué estoy luchando?
¿Cómo dejarte ir sabiendo que nadie podría llegar a amarte como yo?
¿Cómo intentar parar algo que no tengo bajo control?
¿Cómo puedo dejar de amarte cuando te llevo tan dentro mío?

Malas noticias: no sólo no puedo, no quiero.
No puedo admitirme perdedora sin antes dar pelea.
No viviría tranquila sabiendo que no luché por tu amor.
Mi conciencia no me permitiría volver a dormir,
sin antes agotar todos mis esfuerzos por volver a conquistarte.
O, mejor dicho, por enamorarte por primera vez.
Aquella con la que compartiste una historia se fue para siempre.
Esta nueva persona te necesita y te ama tanto
que no va a parar hasta enamorarte
o hasta morir de amor por vos.

lunes, 1 de abril de 2013

Unattainable

Se dice que el objeto de deseo es siempre aquello que nos es imposible alcanzar o nos está prohibido. Es justamente mediante este obstáculo que aquel objeto se nos presenta tan tentador: no lo puedo tener, entonces, lo quiero. Esto puede notarse claramente en los niños, que cuando ven a otro con un juguete en la mano, dejan el suyo y quieren ese. Si el otro niño se los da y agarra el que el primer niño tenía antes, este querrá de nuevo ese juguete. Sin embargo, a todos nosotros nos pasa eso, de maneras más complejas.

A mí me ocurre constantemente. Cuando algo me parece inalcanzable, me propongo lograrlo de la manera que fuese. Pongo todo mi empeño, sufro, pero finalmente lo obtengo. ¿Qué pasa después? Fácil de imaginarlo: al cabo de un tiempo, aquello que me parecía tan maravilloso, tan lejos de mis manos, tan tentador, me parece aburrido, cotidiano y no tan maravilloso como lo había idealizado.

No obstante, inalcanzable no es lo mismo que prohibido. Prohibido implica que no te está permitido siquiera intentar alcanzarlo. Tenés que romper reglas, códigos y probablemente tengas que sufrir consecuencias terribles para siquiera intentar acercarte a aquel objeto. En este caso, al llegar a él, tal vez no pierdas el interés tan rápido, porque ya sabemos como es la vida: siempre hay alguna trampa. Justamente, esta prohibición seguirá pareciéndonos excitante y será así como lo seguiremos deseando, incluso más que antes.

Moraleja: nuestra mente nunca va a dejar de tendernos trampas. Nos gusta lo difícil, lo imposible, lo doloroso, lo prohibido. Sino, preguntenle a Eva (¿o era Adán? Perdonen mi ignorancia bíblica, justo en estas fechas).

Amor


CAPÍTULO I
—Lo es —me dijo—. Esto definitivamente es amor.
Habíamos estado discutiendo toda la mañana sobre este asunto. Alejandro, mi hermano, siempre había sido un romántico. No hablo de esos que ven las películas de Adam Sandler y rompen en estruendoso llanto al ver la escena en la que, finalmente, la muchacha hermosa se enamora del tipo con menos gracia de todo Hollywood mientras recita un discurso trillado y patético en el que se expresa que todos tenemos una media naranja dando vueltas por el mundo, esperándonos (si es que nadie la hizo jugo todavía). No, no hablo de esa clase de hombre sensible. Mi hermano es más bien del tipo intelectual.  Es de aquellos que para enamorarte te recitan una poesía o que en la primera cita te llevan a ver una obra de teatro independiente en un centro cultural de La Boca. De los que para tu cumpleaños te regalan un libro que sintieron que podía gustarte o que te hacen escuchar un tema que les recordó a vos. Mi hermano es sencillamente poseedor de una sensibilidad sin precedentes.
Sin embargo, lo que noté aquella noche en su rostro era algo más: no era el simple romanticismo característico de Ale. Mientras discutíamos sobre el concepto del amor en aquella mesa del bar de la calle Guardia Vieja, noté un cambio radical en las expresiones de mi hermano. Sus ojos, enormes círculos color marrón, poseían un brillo que jamás había visto; sus manos, sudorosas, temblaban a la par de sus labios, mientras sus mejillas se tornaban cada vez más y más rosadas; y nunca, pero nunca, lo había visto llevar una sonrisa tan radiante y, a la vez, tan inocente.  Fue en ese preciso momento, en el instante exacto en el que noté su repentino cambio, cuando escuché su nombre por primera vez: Crisálida.

CAPÍTULO II
—No puedo explicarte de manera sencilla algo tan complejo como el amor. No es que crea que no me vas a entender —se justificó—, pero vos y yo tenemos percepciones muy distintas en ciertos campos de la vida y este, justamente, es uno en los que menos concordamos.
Mi hermano tiene la costumbre de estar siempre en lo cierto y, por una cuestión casi tradicional, yo tengo la costumbre de discutirle absolutamente todo. Gracias a esta manía nuestra hemos experimentado los más largos e interesantes debates posibles. En general, uno terminaba siempre dándole la razón al otro, pero era solo tras un sinfín de argumentos demasiado válidos que dejábamos ganar al contrincante. No obstante, siempre existió una discusión eterna en nuestra relación: el amor, según él, o el concepto estructural, doctrinario, conservador, egoísta y tradicional del romance, según mi persona.

CAPÍTULO III
—Es algo que se siente, ¿sabés? —dijo mediante un suspiro al tiempo que miraba hacia el cielo como si buscara alguna estrella que le pudiera ayudar en la ardua tarea que estaba emprendiendo: intentar hacerme entender lo ‘maravilloso’ del amor—. Simplemente llega el día en el que el solo hecho de contemplar a una persona te produce una serie de sensaciones inexplicables, todas al mismo tiempo, todas incontrolables.
Muchas personas suponen que soy una hermana celosa y posesiva y son generalmente estos personajes los que menos conocen mi relación con Ale. No sólo no soy celosa, sino que me alegro tremendamente cada vez que mi hermano me habla de una chica. Y es que Ale y yo somos una combinación entre hermanos, mejores amigos, padre e hija y madre e hijo. Nuestra relación es una mezcla de todas esas relaciones en las que existe un amor incondicional y purísimo entre los participantes. Nos queremos sin barreras y podemos hablar de absolutamente todo, no existe un tema prohibido entre nosotros. Nos adoramos desde el primer día que nos vimos a los ojos en la habitación del sanatorio donde él nació y con el correr de los años nuestra relación creció aún más y más, compartiendo más cosas y entendiéndonos de forma absoluta. Es por todo este amor que le tengo a mi hermano que cuando sentí un escalofrío recorrerme la espalda al oírlo pronunciar aquel nombre por primera vez, padecí un terror que no había experimentado jamás: me atemorizaba el hecho de ver a mi hermano, nuevamente, lastimado.

CAPÍTULO IV
—¿Crisálida? —fue lo único que atiné a enunciar cuando aquel escalofrío terminó su recorrido en mi hueso sacro.
—Sí, Crisálida. ¿No es un nombre hermoso? ¿Sabés que significa? ¿O al menos a que se refiere? Es el nombre que se le da a la membrana que recubre a ciertos insectos en una de las fases de su metamorfosis. Hablo de insectos como las polillas o las mariposas. Metamorfosis, ¿entendés? No puede ser más especial.
Cuando en la mañana recibí su mensaje de texto, supe que algo raro había pasado. Ale nunca manda mensajes de texto argumentando que el tiempo perdido apretando muchas teclas puede ser mil veces mejor implementado marcando solo unas pocas y escuchando mi dulce voz (¿no les digo que es un sentimental?). Sin embargo, allí estaba el mensaje: “Ro, te tengo que contar algo hermoso que sólo puede tratarse mediante birras y jazz… nos vemos en Ladran a las 22? Decime que sí!”. El hecho de que fuese un mensaje de texto y no una llamada me hizo pensar que su idea fue que yo no hiciera demasiadas preguntas. Conociéndome sabría que durante un llamado formularía muchas más preguntas, pero que, en cambio, no mandaría mensajes largos llenos de interrogaciones sólo por curiosidad. Además, se sumaba el hecho de que propusiera “birras y jazz”, dos elementos fundamentales para mi estabilidad emocional y no tan presentes en la vida cotidiana de él. Esto significaba que quería suavizarme, ponerme cómoda y contenta para luego tirarme una de esas bombas que pueden llegar a cambiar drásticamente el curso de varias vidas.

CAPÍTULO V
—Es difícil que entiendas lo que te relato sin conocer el rostro de quién te estoy hablando… deberías,  aunque sea, ver una foto… aunque lo mejor sería que la conozcas tête à tête. La verías a los ojos y entenderías la devoción que siento por ella. El sólo mirarla te lleva a sentirte más liviano e imaginar, aunque sea por unos pocos segundos, que estás flotando y ella está al lado tuyo, llevándote a volar.
Pensé en ese mensaje durante todo el día: había algo raro y no veía la hora de averiguarlo. Mientras trabaja, entretejía pensamientos varios dentro de mi cabeza y desde un principio supuse que el amor estaba en medio de esta historia, ya que es lo único que siempre nos hizo disidir. En realidad, es un tema que me ha llevado a disidir con absolutamente toda persona con la que compartí un debate sobre el tópico. Ciertas veces llegaba a pensar que era yo la que se encontraba total y completamente confundida, que era yo la que estaba cometiendo el error de su vida al tener tan arraigadas aquellas ideas sobre el concepto del romance: hoy estoy sencillamente segura de ser el salmón, que nada siempre a contramano de todos.

CAPITULO VI
—El primer instante en el que la vi sentí que me estaba muriendo. Llegué a pensar que estaba sufriendo un ataque de ansiedad o un pre-infarto —dijo mientras reía de esa manera inocente e infantil que suele ser la marca de sus expresiones—. Pero luego, vencí el miedo y dejé que esa vorágine de sensaciones indescifrables me condujera  por el camino de la locura y el amor. Y heme aquí hoy, contándote lo enamorado que estoy del ser más maravilloso y divino que habita la Tierra: Crisá…
—Dejá de nombrarla; ese nombre me produce escalofríos —interrumpí—.  Además, no me estás diciendo más que metáforas románticas. Directo a los hechos: ¿de dónde mierda salió esta ‘membrana de insectos’?
A eso de las cuatro de la tarde me llama mi madre. Hablamos sobre todo un poco: el libro que estoy leyendo, mi trabajo, las nuevas recetas que aprendió durante sus vacaciones en Minas Gerais, la enfermedad de mi papá, cómo le duele la columna, etc. Cuando le comenté el mensaje de Ale, respondió, con total tranquilidad, lo que yo más me temía: “Seguro que anda enamorado, viste como es el romanticón de tu hermano”. Pensé en esa frase durante las seis horas que restaban hasta el encuentro con mi hermano. No es que temiese que alguna “perra” me lo quitara de las manos ni mucho menos. El problema es que este muchacho tiene la pésima costumbre de enamorarse de las peores mujeres. Típico de los hombres buenos y sensibles: buscan a las más locas, retorcidas y crueles muchachas que existen en este planeta. Siempre intento aconsejarlo para la elección o, al menos, advertirle que “con esa cara, seguro está más loca que una cabra” y que le va a destruir el corazón. Como estarán suponiendo ya, jamás me escucha. Sólo después de meses aparece, hecho un mar de lágrimas, en la puerta de mi casa. Y una y otra vez tenemos exactamente la misma conversación, en la cual yo le recuerdo haberle avisado que esa chica no era para él. A lo que él repetidamente responde: “Vos no entendés Ro, yo no me arrepiento de nada de lo que pasó. Es que, así es el amor: disfrutar de un sufrimiento que te desgarra el alma, amar a alguien hasta que te duela cada centímetro de tu cuerpo e incluso partes que ni siquiera sabías que tenías, hundirte en lo más hermoso y más terrible de nuestra existencia…”

CAPITULO VII
—Yo estaba sentado afuera del bar de la calle Aranguren, fumando un cigarrillo y acompañado pura y exclusivamente por mis pensamientos más profundos. Un amigo había quedado en ir a tomar unas cervezas conmigo y a último momento me canceló. Al estar ya encaminado, decidí ir igual, pedirme una copa de vino y salir a fumar junto con mis ideas. Al cabo de media hora de profunda meditación etílica, algo me hizo levantar la mirada. Ese “algo” que nunca sabemos definir qué es, pero existe y nos lleva a hacer cosas que probablemente no haríamos en otro momento, en otras circunstancias. Esos actos que, si los hubiésemos llevado a cabo sólo unos minutos antes o después, el curso de nuestras vidas hubiese cambiado drásticamente. Esos movimientos que parecieras realizar de manera totalmente involuntaria, como si una fuerza mística reinara sobre vos. Al redireccionar mi mirada, que yacía fija sobre el suelo hacía más de treinta minutos, me encontré con una imagen que llevo impregnada en mi retina como un tatuaje se lleva en la piel: despreocupada y hermosa, se acercaba caminando la criatura más espectacular que jamás había visto. Llevaba un vestido negro, simple, pero que marcaba de una manera muy sutil las admirables curvas de semejante espécimen. Sus piernas parecían no tener fin y su sonrisa podía cautivar a cualquiera que se animara a observarla. Sus ojos, levemente maquillados, eran de una profundidad jamás vista y poseían la negrura de la noche invernal del ártico. La relajación de sus músculos faciales y la soltura con la que caminaba, mostraban su total seguridad y despreocupación. Parecía estar disfrutando de la vida como nadie, llevándose a todo y a todos por delante, avasallante...
Eran las seis de la tarde y yo ya no podía aguantar la intriga: ¿sería esta vez la chica indicada? ¿Podría esta vez decirle: “Ale, verdaderamente te felicito y te doy mi bendición, esta piba es un golazo”? ¿U otra vez debería bajarle los pies a la tierra y explicarle que si sigue así, en diez años sólo van a quedar los vestigios de su pobre y enamoradizo corazón? Y es que ese es mi miedo más terrible. Me aterra pensar que algún día van a lastimarlo tan profundamente que no va a volver a creer en el amor. Temo trágicamente que algún día se convierta en un ser insensible, con el corazón duro y frío, con su romanticismo totalmente olvidado y que  sus ideales sobre el amor, tan agradables de escuchar, se esfumen totalmente. Cada día me perturba más y más imaginarlo a Ale sin su hermosa alma de hombre romántico, deambulando por las sucias calles de Buenos Aires con la mirada perdida, pensando en su trabajo, en el partido de River del domingo, en el hambre mundial y olvidando aquello que movilizo siempre su vida y sus intereses, dejando de lado aquello que lo llenaba de emoción y vigor. Mi gran y terrible miedo es que llegue el día en el que Ale sea nada más y nada menos igual a mí.

CAPITULO VIII
—Estaba encandilado por su belleza, su semblante. Sentí un vértigo extremo en el estómago y cosquilleos por todo el cuerpo. No me animé a levantarme por miedo a que mis piernas se doblaran y terminara rompiéndome el cuello contra el piso. Mi respiración se entrecortaba al tiempo que mis manos comenzaban a temblar. Mis ojos permanecieron totalmente fijos sobre los suyos y quedé totalmente hechizado. Algo magnético no me permitía sacar mis ojos de allí, me encontraba perdido en un mar de belleza del que no tenía intenciones de salir. Luego, la sonrisa, que termino de desarmarme por completo. Me sentí tan vulnerable como un niño de dos años que pierde a su madre en un supermercado. Sentí como poco a poco su mirada me desnudaba por completo y dejaba a la vista todo el amor que instantáneamente me generó aquella bella criatura, que parecía pertenecer a otro mundo. En ese momento entendí que eventualmente viviría amándola, tocándola y besándola día y noche. Comprendí que mi objetivo de vida sería convencerla que su vida a mi lado era su destino, que yo siempre estaría junto a ella, acariciándola y haciéndola feliz. Fue en ese instante en el que llegué a la conclusión de que aquella mujer sería todo para mí y que mi vida no podría seguir su curso normal si no me le acercaba y le explicaba cuánto la amaba. Fue de nuevo, esta fuerza magnética, cósmica, la que logró ponerme de pie y me hizo caminar hacia dónde se habían dirigido ella y su grupo de amigas...
Eran las nueve de la noche y ya no podía más conmigo misma. Una enorme ansiedad entrecortaba mi respiración y miles de pensamientos nadaban descontroladamente en mi cabeza. Sin ningún tipo de orden lógico, centenares de recuerdos tomaron posesión de mi mente. Pensé en tantas cosas que aún hoy se me dificulta rememorarlas. Aquel miedo que tenía se había acrecentado a una velocidad extrema y llegué a sentir un terror tan inmenso que tuve ganas de salir corriendo hacia las faldas de mi madre y llorar hasta que los problemas se solucionaran mágicamente. Todo aquello me hizo recordar, indudablemente, cómo fue que yo terminé siendo así, “descorazonada”....

CAPÍTULO IX
—Una vez delante de ella, me di cuenta de que había llegado hasta allí sin ningún plan previo: no sabía qué decir o qué excusa poner para hablarle. Sin embargo, ya estaba ahí, delante de los ojos más hermosos de la galaxia, y no podía irme sin siquiera abrir la boca. Entonces, consideré que lo mejor era ser total y completamente sincero, no inventar ninguna excusa y explicarle que, sencillamente, tenía la imperiosa necesidad de hablarle. Sentí cómo más de una mirada femenina se posaban sobre mí, pero no me importo en absoluto. Por aquel instante, sentí que sólo éramos ella y yo. Mi única meta era lograr algún efecto en ella y realmente no me importaba qué pudiesen pensar sus amigas o las demás personas del bar. Mi boca se abrió, pero fue solo después de algunos segundos que alguna palabra fue pronunciada....
El hecho de que costase tanto trabajo recordar cuál había sido la causa de mi escepticismo hacia el amor me preocupaba terriblemente. ¿Cómo podía ser que fuese así simplemente “porque sí”? ¿Sería tal vez que mi mente había borrado un mal recuerdo para que no me atormentase? ¿Acaso nunca fui una adolescente romántica? Quizás nunca creí en el amor y es por ello que no recuerdo el cambio en mi vida: porque nunca lo hubo. Pensar que eso era totalmente verdad me entristecía horriblemente. Empecé a recordar, una por una, escenas de mi adolescencia en las que me mostraba como una perra descorazonada y sin sentimiento alguno. Pasaron ante mis ojos, uno tras otro, todos los hombres a quienes había engañado con mi cariñosa forma de ser, haciéndoles creer que dentro de mi pecho podían encontrar algo más que huesos, músculos, vasos sanguíneos y algún que otro órgano vital. Pude ver cada uno de sus rostros llorando delante de mí, preguntándome por qué me limitaba, por qué me negaba al amor, insistiendo en la idea de que “se notaba que había mucho amor en mí y que no lo estaba dejando fluir”. Fue entonces cuando me di cuenta de que todos esos rostros me habían llevado a cesar por completo mis relaciones de más de una noche con los hombres y a aceptar, finalmente, que padezco insensibilidad crónica.

CAPITULO X
—Le dije, así, sin más: “Se que estás ocupada, se que lo que voy a decir te va a parecer cursi y trillado; se muy bien que lo más probable es que simplemente te rías y me regales un insulso ‘gracias’ de compromiso; se que esto debe pasarte cada vez que salís, dada tu incalculable belleza; y se que debés estar harta de rechazar a hombres pocos originales. Pero... también se que no voy a tener otra oportunidad para decirte lo que quiero, se que lo más probable es que no nos volvamos a cruzar, se muy bien que no podría venir a hablarte con una excusa elegida al azar porque te darías cuenta al instante de que es solo una forma indirecta de decirte lo mismo que deben decirte todos siempre y, sobre todas las cosas, se que siéndote total y completamente sincero, por más cursi que sea lo que tengo para expresarte, estaré siendo, al menos, fiel a mi personalidad”. Esperé unos segundos, en principio porque necesitaba respirar y exhalar un poco de la tensión que llevaba adentro y me comprimía el pecho y, además, porque necesitaba ver cuál era la expresión en su rostro y entender cuál había sido el efecto que había tenido en ella todo lo que había dicho...
Diez de la noche y yo sentada en el bar, esperando al siempre impuntual de Ale, característica que puede estar relacionada a su semblante romántico: es esa típica persona que “vive en las nubes”. Ya me había tomado media cerveza negra Guiness y fumado cuatro cigarrillos armados, pero el nerviosismo persistía. ¿Cómo puedo creer en algo que jamás experimenté? ¿Cómo puedo negarme a algo cuando ni siquiera logro sentirlo? Jamás me puse como meta no enamorarme, fue algo que simplemente ocurrió así y punto, ¿cómo pueden acusarme por ello? ¿Acaso es mi culpa que nadie haya logrado despertar el pedazo de hielo que llevo en mi pecho? Tantas veces escuché la explicación de que “yo, de manera inconsciente, no permitía que nadie ingresara en mi corazón, les ponía barreras a todos y huía de toda relación que pudiese tornarse seria, pero todo, siempre, inconscientemente”. ¿Qué carajo significaba todo eso? ¿De qué mierda me servía saberlo? ¿Acaso podría decirle a mi “yo inconsciente” que deje de ser tan boludo y me permita sentir amor? Nunca nadie logró ayudarme en este tema y fue por ello que directamente decidí retirarme por completo. Tengo mi profesión, mis gatos, mi música, mis recitales, mi bicicleta, mi familia, mis amigos, mis plantas... ¿que tan necesario puede ser en la vida de alguien enamorarse perdidamente y sufrir durante tiempo indeterminado, sin lograr absolutamente nada más que un rejunte de recuerdos dolorosos que por el resto de tu vida vas a intentar borrar de tu memoria? Todos hablan tantas maravillas de él, pero realmente, no le veo el sentido. Esa necesidad de poseer a alguien, de saber qué hace, cuándo y con quién; ese interés por hacer absolutamente todo en pareja, siendo tan lindo a veces hacer las cosas a solas; esa imposición social que arrastra a las personas a casarse y tener hijos con parejas de la adolescencia, cuando tal vez la mayor ambición de uno es vivir solo y viajar por el mundo. Simplemente, no lo entiendo. Sufrir por no ser correspondido o porque la rutina desgastó a la pareja; sufrir por un malentendido o por los celos enfermos; sufrir y solo sufrir... ¿qué puede tener eso de increíble?

CAPÍTULO XI
—Sonrío levemente, como si todo aquel discurso realmente la hubiese halagado, y me dijo: “¿Entonces? Espero ansiosamente esas palabras tan poco originales....” Tuve miedo, nuevamente, de que se me doblaran las piernas al escuchar aquella dulce voz angelical, que parecía venir de todos lados al mismo tiempo, atrapándome. Tomé todo el aire que pude, para poder decir todo de una vez y no trabarme, y dejé que las palabras fluyeran de mí, de la manera mas sincera que pudiesen salir: “Estaba afuera fumando un cigarrillo y alguna fuerza extraña hizo que levantara la cabeza para mirarte mientras estabas llegando. Podés creer o no en el destino, esa es tu elección. La mía es creer que hay algo más allá de todo en esta vida, algo totalmente inexplicable, y un perfecto ejemplo es esta energía que me llevó a levantar la mirada y cruzarme con tus hermosos ojos. Si no hubiese hecho movimiento alguno, no estaría ahora, parado delante de vos, abriéndote mi corazón. Sin embargo, acá estoy y eso debe tener algún trasfondo que no s es inalcanzable. Al verte supe que eras algo especial y que por eso levanté la vista: yo debía conocerte y era mi destino estar parado frente tuyo en este preciso instante. Y es que no le encuentro otra explicación a la catarata infinita de sensaciones inexplicables que me invadieron al mirarte a los ojos. Llamalo amor, llamalo obsesión, llamalo calentura: sólo se que sentí que las piernas habían dejado de funcionarme, que un miedo y vértigo terribles me invadían y que si no venía a hablarte me iba a morir. Tuve unas alocadas ganas de correr hacia vos y abrazarte, besarte y no dejarte ir nunca más de mis brazos. Tuve la sensación de que jamás iba a poder dejar de amarte. Probablemente te parezca que todo esto lo inventé hace un tiempo y se lo digo a cada chica que me resulta ‘algo naif’ como para creerlo. Pero... ¿vas a dejar pasar la oportunidad de que alguien te adore más que nadie en el planeta sólo porque el prejuicio te lleva a considerarme ‘igual que los demás’? ¿No te parece que al menos merezco la oportunidad de demostrarte que puedo hacerte sonreír hasta que te duelan los músculos faciales?....”
Diez y cuarto me suena el celular. Era Ale, avisándome que estaba en camino y que en cinco minutos llegaba; que el bondi había tardado más de la cuenta y que no, no era siempre impuntual, que deje de joder. “Gracias”, pensé, “ahora tengo un ratito más para atormentarme con mis horribles pensamientos”. Comencé considerando que estaba bien ser como era; que al menos yo no era hipócrita como la otra mayor parte de la gente; que al menos yo seguía mis principios y no me dejaba llevar por ningún tipo de imposición o mandato social; que las cosas se habían dado así desde mi nacimiento y que ya no podía cambiar mi personalidad; que yo era así, sin más, y que si a alguien le molestaba, que se diera media vuelta y se alejara de mí, como tantas veces lo han hecho... tantas veces. De pronto, al pronunciar esas palabras en mi mente, empecé a sentirme un tanto más pequeña. Me vi más vulnerable, más triste. Ya no estaba tan orgullosa de lo que estaba diciendo ni de como se habían dado las cosas en mi vida. Noté, por un instante, como se quebrantaba mi orgullo y como esa armadura que llevaba puesta hacía ya más de 20 años se resquebrajaba poco a poco. Recordé un cuento de mi infancia, El caballero de la armadura oxidada, y fue, quizás, recién en ese momento, que entendí su mensaje, la moraleja. Me sentí tan identificada con el personaje que me dieron ganas de llorar todas mis amarguras, mis fracasos y mis resentimientos. Sacar toda esa toxicidad que llevaba en mi sangre y que me había llevado a convertirme en la víbora insensible que era, cuando en realidad, en el fondo de mi ser, debajo de aquella armadura que ya empezaba a ceder, había una persona llena de sentimientos, una persona que pedía a gritos un simple y sincero abrazo.

CAPUTLO XII
—Me sentí aliviado, como si me hubiese sacado una mochila de sesenta kilos de la espalda. Liberé toda esa carga, esa tensión y ansiedad, dejé todo allí, en esas palabras que le expresé a la persona más maravillosa que hubiese conocido jamás. Y lo que más me llenó de emoción, fue ver como durante mis palabras, sus ojos se tornaban aún más brillosos, más profundos, y sus mejillas tomaban un color rosado, casi angelical. Supe, que mis palabras no habían pasado desapercibidas, que ella me escuchó atentamente y que algo generé en ella, algo bueno. Esperé amablemente, con una sonrisa clavada en mi rostro, a que se decidiera a responderme. Luego de varios segundos que me parecieron siglos enteros, sin despegar su mirada de mis ojos, me dijo: “No sos ni siquiera parecido a los demás; sos sumamente especial. Y no me pidas permiso para hacerme feliz; eso simplemente va a ocurrir”. ¿Entendés lo que me dijo? “Eso simplemente va a ocurrir”. Oír esas palabras me dieron ganas de saltar como un niño, de llamarte en ese preciso momento y decirte: “Ro, ¡me va a dejar hacerla feliz!” Eso era todo lo que yo necesitaba escuchar. No quería entrometerme más en su noche de amigas ni quería presionarla para que nos conozcamos. ¿Para qué iba a hacerlo, si ya me había dado su ‘sí’ de manera tan sutil, tan discreta? Entonces, sin poder desdibujar la sonrisa de oreja a oreja que llevaba en mi rostro, le dije: “Nada pudo haberme hecho más feliz que escuchar esas palabras. Que tengan una buena noche chicas, yo ya no puedo ser más feliz en la vida, ya no”. La miré por unos segundos, hermosos instantes en los cuales sentí como nos vinculamos de una manera astral, esas conexiones que duran vidas enteras, y me fui, casi flotando, hacia una mesa que había afuera. Me pedí una botella de vino blanco y me quedé allí fuera, mirando las estrellas, extasiado de felicidad...
A las diez y media, mi hermano llegó y se encontró con una imagen completamente inesperada: me vio allí sentada, sola, con los ojos rojos y repletos de lágrimas, mientras en mi rostro podía leerse a simple vista toda la angustia que llevaba dentro de mí. Al verlo entrar al bar, sólo atiné a correr a su encuentro, cobijarme en sus brazos y llorar todas mis penurias. Ale no entendía qué era lo que me pasaba, pero instantáneamente supo que lo que yo necesitaba era un simple abrazo y tiempo, tiempo para llorar todo aquello que había tenido guardado dentro mío por tantos años. Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba emitir sonido alguno y el pecho me dolía como si hubiese un luchador de sumo practicando zapateo americano sobre él. Sentí que mi cuerpo de desarmaba por completo y que el alma se me salía por la boca. Cada centímetro de mi ser dolía como nunca antes y tenía unas ganas desesperadas de irme bien lejos, por un buen tiempo. Tenía la sensación de no ser quien creía ser, de haber estado viviendo una farsa durante todos aquellos años de mi vida, y necesitaba escaparme de aquella persona que había creado, y que no era yo. No me hallaba a mí misma en ese cuerpo, esa vida. Yo no podía ser eso, yo no era así

CAPÍTULO XIII
—No puedo precisar cuánto tiempo pasó, dado que permanecí en un estado de obnubilación profunda, mientras miraba las estrellas y les sonreía, les mostraba cuán feliz estaba. Sólo se que al cabo de algún tiempo, ella apareció, tan inesperadamente que casi muero de la emoción. Con suma tranquilidad y sutileza se acercó a mi mesa, se sentó en la silla que estaba delante de mí y se sirvió vino en la copa que yo previamente había pedido de más. “Cuando pediste dos copas, me sentí indirectamente invitada a compartir el vino con vos… ¿qué mirás allá arriba, en el cielo?” “Las estrellas… son casi tan cautivadoras y hermosas como vos. En general, no les presto tanta atención, pero cuando estoy tan rebalsado de alegría y emoción como lo estoy ahora, siento ganas de mirarlas, sonreírles y transmitirles mi felicidad… pienso que así, de alguna manera, ese mismo sentimiento le será traspasado a todos aquellos que estén mirando a la misma estrella, en el mismo momento, en cualquier otro lado del planeta. Te parecerá quizás una visión un tanto naif, inocente, romántica o hasta tonta… pero todos esos adjetivos me caracterizan de pies a cabeza”. “Lo repito: sos muy especial. Me gustaría poder conocerte a fondo; que nos vayamos juntos a una cabaña en el medio de la montaña de la Patagonia y vivamos allí, felices, el tiempo que sea… lástima que no pueda, ahora, no puedo…” La contemplé por unos segundos, me sumergí en su mirada triste, en su rostro cabizbajo y lo entendí todo. Ella sentía que su destino no le pertenecía, que debía hacer ciertas cosas que probablemente no estaba eligiendo. Pero ¿debía yo explicárselo? Para nada. Ella, con el tiempo, debía abrir los ojos, sola, y entender que ella es y siempre será la dueña de su propia vida. Algún día, lo entendería, vendría a buscarme y seríamos felices. Me levanté y caminé hasta estar, arrodillado, justo en frente de ella. Estiré mi brazo y con mi mano le levanté el rostro. La besé tiernamente y le dije: “Algún día vamos a ser muy felices, te lo prometo. Pero, primero debés hallarte a vos misma”. Le sonreí, me levanté y le dejé un papel sobre la mesa. “Buenas noches”, le dije y me fui caminando a paso tranquilo, mientras cantaba uno de mis temas preferidos, Love

CAPITULO XIV
—¿Estás mejor? ¿O necesitás que te ahogue un poco más con mis abrazos?— dijo mientras me sonreía con esa manera tierna que caracteriza a Ale.
—Gracias, muchas gracias, en serio. Necesitaba largar un poco...—dije entre sollozos a la vez que me secaba las lágrimas y me dirigía hacia la mesa— Vení Ale, sentate, contame de vos, de lo que pasó, ya hablaremos de lo mío, no es nada urgente. De hecho, me vendría muy bien hablar de otra cosa y distraerme un poco...
—Mejor no hablemos ni de vos ni de mí, hablemos del amor
Nos pedimos un vino, ya que yo había terminado ya toda la cerveza, y empezamos comentando banalidades, típica manera de distender a una persona que acababa de llorar una cantidad de lágrimas suficientes como para llenar una pileta olímpica. Luego, tras su insistencia, hablamos sobre el amor: qué pensaba cada uno sobre aquello tan abstracto y por qué era que disidíamos tanto, que veíamos todo tan distinto. Poco a poco empecé a sentir que no era la dueña de mis palabras, que seguía repitiendo un discurso escéptico sólo porque era la salida más fácil, sólo porque así me aseguraba el no salir lastimada. Luego de discutir un poco, escuché por primera vez el nombre de aquella muchacha y, tras mi pedido, Ale me contó cómo conoció a aquella tal Crisálida con lujo de detalles, como suele ser costumbre en mi hermano. Mientras lo escuchaba, reflexionaba acerca de todo lo que había estado pensando. Lo veía tan poético, tan lleno de emoción, tan sensible. Lo envidié terriblemente; envidié que pudiera sentir tantas cosas, que tuviera una sensibilidad tan profunda para con todo en la vida, que tuviese la valentía para jugársela siempre y que nunca le temiera al fracaso, que se tomara la vida de una manera tan poética, metafórica y romántica. Quise ser él, quise ser así de  perceptiva, así tan llena de amor y de emociones...

CAPÍTULO XV
—Entonces... ¿ahí quedó? ¿No te llamó? ¿No la volviste a ver? ¿Eso fue todo lo que pasó? Entendí mal tal vez, pero estaba viniendo con la idea de enterarme sobre tu nueva novia… me dijiste que estabas enamorado, que era la mujer de tu vida, tantas cosas… y ¿sólo fue una charla en un bar que no llevó absolutamente a nada?¿Y el papel? ¿Qué decía?
—Me hacés reír nena… ¿acaso no entendiste nada de lo que te dije? No se trata de tener sexo o entablar una relación que dure como mínimo un año. Esa es la concepción que vos criticás y yo te apoyo totalmente. El amor no es estar de novio, no es sacarse fotos para el recuerdo ni compartir anillos. El amor no es siempre igual, se presenta de maneras distintas siempre y puede durar toda una vida o tan solo dos segundos. Eso es lo emocionante de él: nunca sabés de qué manera se va a dar, cuánto va a durar, cuánto va a doler o cuánto te va a hacer sonreír. Simplemente tenés que dejarte llevar por ese mar incontrolable. Este amor quizás duró tan sólo segundos en la visión objetiva de la situación, pero yo se bien dentro mío que va a durar toda la vida, como todos los otros amores que experimenté. Yo me voy a llevar a todas ellas en el corazón en el día de mi muerte. Y Crisálida, en particular, se que va a volver a aparecer en mi vida. Se que el destino nos va a volver a cruzar, tanto como se que ella sintió algo tan profundo como yo. Algún día voy a cumplir mi promesa y voy a hacerla tan feliz que le va a doler el alma; sea en esta vida o en la que viene… ¿El papel? Le escribí aquel soneto de Pablo Neruda que tanto me gusta.
—Te envidio tanto Ale…—dije cabizbaja, mientras pagaba el vino y le hacía un ademán para salir del bar.
Salimos y fumamos un cigarrillo en silencio. Él, miraba las estrellas, mientras en su rostro podía verse como miles de sentimientos daban vueltas en su interior, siempre con una sonrisa clavada. Yo, reflexionaba sobre absolutamente todo. Me sentía más pequeña que nunca, vulnerable y temerosa. Me di cuenta de lo cobarde que había sido toda mi vida y tuve ganas de volver al pasado y cambiarlo todo. De repente, sólo quise llorar toda mi amargura por horas hasta ser una persona nueva.

CAPITULO XVI
Antes de que nos vayamos, querría decirte algo —dijo Ale mientras me tomaba de los hombros—. Tenés que sacarte ese miedo y animarte un poco a sufrir. No hay impotencia más terrible que aquella que uno siente cuando sabe que se asustó y perdió la oportunidad de jugar. Siempre es mejor perder que ni siquiera animarse a entrar a la cancha. Vos, tan maravillosa, avasallante y segura como sos, justo vos, no podés estar limitándote tanto con los hombres. Probablemente me llames en tres meses llorando, insultándome por haberte lanzado a lo que será la tragedia más grande de tu vida. Sin embargo, no hay nada que vaya hacerte crecer más como persona que sufrir por amor. Uno aprende a disfrutar incluso los momentos más amargos, porque sabe que nunca sale el sol sin haber llovido primero. Por eso te digo: llorá, así tu sonrisa después brillará mucho más.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Abismos

Muchas veces me creo invencible, aunque es claro que no lo soy. Tengo aquellas debilidades que niego siquiera conocer. Doy por superado el dolor que me produce no tenerte para mí, no tenerte en mis brazos. Lo vivo negando, tragando con fuerza ese nudo que se me forma en la garganta cada vez que hablo con vos. Escucho bandas que no conozco, sólo para sentirte en su música. Canto con vos, soñando que esa canción me las estás cantando a mi. Grito fuerte, como vos pedís, creyendo que solo me hablás a mí. Nada de lo que imagino está siquiera cerca de la realidad, donde no soy más que un muñeco para entretenerse de vez en cuando, en esos momentos en los que no hay nada mejor que hacer que divertirse con una adolescente (sí, todavía me considero una adolescente, sh). No te culpo. De hecho, para ser sincera, yo también me divierto. Lo malo viene después: cuando cierro los ojos y te imagino abrazándome, pidiéndome que te acoja en mis pechos y que te acaricie el pelo, como me encantaría hacer todo el día, todos los días. Pero eso nunca va a pasar, porque ya tenés quien te acoja y acaricie. Porque estamos separados por un abismo enorme, que jamás va a desaparecer (a menos que pueda desafiar leyes básicas de la física, cosa complicada dado mi intelecto). Aunque una vez leí una frase genial, en un libro genial: "Talvez lo bueno de los abismos sea que podemos hacer puentes para cruzarlos." -