martes, 7 de febrero de 2012

London

Uno nunca vuelve igual de un viaje. Volvés renovado. Con una experiencia sumada. Con nuevas ideas y expectativas adquiridas. Habiendo conocido a otras personas, lugares distintos y hasta, quizás, una manera diferente de vivir. Estar en otra cultura, en otro país, en otro lugar... te hace ver las cosas desde otro punto de vista. Descubrís y hasta te adaptás a esa vida por un tiempo determinado. Te sentís parte de aquél mundo y lo adoptás como si te fuera propio.

Sin embargo, también hay viajes que aportan algo más. Esos que no sólo te suman esa cuota experimental y cultural, sino que, además, logran que en tu cabeza cambie algo. Un click. Cuando algo en vos verdaderamente cambia. Tardás en darte cuenta qué fue realmente lo que generó ese click en tu mente.

Una vez que volvés, te das cuenta de que sos distinto. Te sentís cargado de cosas nuevas. Esa sensación de haber logrado una meta, de haber cumplido un anhelo. De ya sentirte capaz de otra cosa en la vida: de vivir en aquél lugar en el que estuviste. De pasar tres semanas lejos de todo y no extrañar sufriendo. Extrañar con cariño y tranquilidad. Disfrutar cada día y cada momento. Pensando siempre en que vas a volver.


Y sí Londres, voy a volver.