domingo, 19 de junio de 2011
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No pretendo que el que lea esto me entienda. Se que para alguien que no lleva el sentimiento como uno, es díficil comprender ciertas reacciones de las personas que sí lo hacemos. Tampoco tengo forma de explicar como algo que para mucha gente es trivial, a mí logró arruinarme un sábado y más aún.
Para mí, hay pequeñas cosas, que en el fondo se que probablemente no sean lo más importante del mundo, pero son aquellas que logran darme una alegría. Una película, una banda, un partido de futbol. Uno sabe que el curso de la vida no está modificado por ninguna de ellas (a grandes rasgos) pero aún así llevan un gran pedazo de tu corazón. Es la pasión que uno tiene por esas cosas que uno elige. Si hoy me dijeran que a Frusciante lo pisó un bondi, entraría en una depresión, al menos por unos largos días. El día que muera Robin Williams, es fija que voy a llorar y mucho. Se que hay gente que se muere de hambre y puede ser tomado hasta como una falta de respeto que me ponga tan mal por cosas así, pero no puedo ni quiero evitarlo.
Así es como ayer, con lágrimas en los ojos, veía como mi querido River perdía todas las oportunidades. Tenía una mezcla tristeza, rabia e impotencia. Por un lado, la mala suerte de que todos los resultados se den en nuestra contra. Que Quilmes haya bombardeado a Olimpo, que tuvo la puta suerte de que se le lesione el arquero y pongan a un suplente que era el hijo no reconocido de Oliver Khan. Por el otro lado, el enojo con los jugadores de River. Veía a los pibes de Quilmes, poniendo huevos, sangre, sudor y lágrimas. Dando la vida por la camiseta, por su equipo y su hinchada. Después, veía a Carrizo ver como le meten un gol, sin siquiera moverse para la foto. Los jugadores, jugando despacito, a ver que pasa. Extrañándo profundamente esas épocas donde los jugadores salían de las inferiores y amaban más al club que uno mismo. Donde existía un director técnico, que sintiera los resultados como uno. Ahí lo tenías a Caruso Lombardi, desesperado, al punto de romper en llanto. Mientras, el negro de mierda de J.J miraba... tranquilo.
Desde acá envío mi más profundo odio a Aguilar, a Passarella, a Grondona, al negro López, a varios jugadores que no pienso nombrar y, sobre todas las cosas, a todos los pelotudos que se ponen felices con el sufrimiento ajeno. Pobre de ustedes.
Y a vos River, te pido encarecidamente, que el miércoles no me hagas faltar a la facultad al pedo.
Dame una alegría, que hace mucho no lo hacés.
P.D: Si es que algún millonario lee esto, la foto les resultará conocida. 10 de marzo del 2002, la gran y hermosa Vaselina de Rojas. Partidazo contra los bosteros. Esas épocas son las que uno extraña: teníamos a Ortega, Cambiasso, Cuevas, Cavenaghi, D'alessandro, Comizzo y podría seguir. Sobre todo, teníamos a Ramón. Lindos recuerdos.
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