domingo, 30 de agosto de 2009

All I ever wanted was your l i f e . . .

.


Siempre nos dicen que si deseamos algo con todas las fuerzas de nuestro corazón,
se va a realizar.
Pedimos deseos con/a una cantidad interminable e incoherente de cosas..
le pedimos deseos a las estrellas,
le pedimos deseos a las insignificantes pestañas,
le pedimos deseos a un insípido hueso de pollo,
le pedimos deseos a unas simples velas en llamas,
y hasta somos capaces de pedir un deseo cuando un tren que va desarmándose en su andar, pasa por debajo nuestro..
y aún así, y habiendo dado sólo unos pocos ejemplos..
¿nuestros deseos se cumplen?

No sé los suyos,
los míos puedo asegurarles que no.
Y puedo asegurarles también, que los deseo más profundamente,
más que cualquier otra cosa,
desde el fondo de mi corazón
y los más puro de mi alma.
Y aún así, nada.


Y estoy hablando de aquellos deseos más profundos,
más pensados,
más amplios y complejos.
No hablo de cuando en nuestra niñez le pedíamos a Los Reyes Magos que nos traigan una bicicleta.
Hablo de esos deseos que meditamos durante horas antes de dormirnos..
de esos pensamientos que flotan por tiempo indeterminado en nuestras mentes y hasta en nuestro subconciente, en todo momento..
de esas palabras que no tienen imágen visual,
sino más bien una imágen tactil, una sensación por dentro y por fuera de nuestro ser.
Me refiero a aquellas cosas que vagan dentro de nosotros y que "expulsamos" de cierta manera, cuando pedimos un deseo.
Aquellos anhelos realmente sentidos, y profundos.
Aquellas cosas que, en general, no están en nuestras manos y que son parte del destino,
de esa parte de la senda de la vida que no llegamos a ver.
Y justamente, sino están en nuestras manos, y si no nos alcanza con pedirlo centenares de veces y desde lo más profundo de nuestro ser..
¿qué es entonces lo que debemos hacer?

¿Mirar.. esperar?
¿Pensar que simplemente está en las manos del destino?

A mí se me presenta una bifurcación bastante complicada.
Siento que por un lado, debería focalizarme en aquellas cosas que sé que pueden ser posibles,
en aquellas cosas que logro ver.
Concentrarme en todo aquello en lo que sí tengo incidencia, en lo que puedo modificar..
en lo que sé que tengo parte de responsabilidad y que si no se cumpliese, sería culpa mía (o sólo en parte)
No divagar con utopías, principalmente para evitar las decepciones.
Pero por el otro lado, siento que eso hace a la vida insípida, aburrida..
que a su vez, el aspirar y querer más de la vida, hace que uno esté motivado.
Que es muy sano y todos deberíamos tener anhelos y cosas por las cuales luchar, sentirnos felices y tristes.
Y acá es donde no encuentro el equilibrio.
No sé si es porque tuve demasiadas decepciones juntas o porque es algo normal, pero siento que se debería poder encontrar un equilibrio entre lo real y lo utópico en nuestras mentes, y creo que es algo, no sólo díficil, sino que no lo podemos manejar tanto.
Es porque nuestra mente es nuestra, pero también tiene su vida propia..
y a veces, aunque no querramos pensar en ciertas cosas, las pensamos.
Y finalmente nos terminamos encontrando con una pregunta clave..
¿cómo nos manejamos a nosotros mismos?

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